Qué significa ser una persona neurodivergente y señales de serlo

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que significa ser neurodivergente

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A lo largo de la vida, muchas personas sienten que perciben, entienden o se relacionan con el mundo de una manera distinta. A veces, esto puede generar dudas, frustración o sensación de no encajar. En los últimos años, el concepto de neurodivergencia ha ganado fuerza para poner palabras a estas vivencias. Lejos de ser una etiqueta clínica más, representa una forma de comprender la mente humana desde la diversidad y no desde el déficit. En este artículo, nuestro equipo de psicólogas especialistas en neurología, te ayuda a entender qué significa ser neurodivergente y qué señales podrían apuntar a ello.

¿Qué es la neurodivergencia y de dónde viene este término?

El término neurodivergencia se refiere a aquellas personas cuyo funcionamiento neurológico difiere del considerado típico o normativo. No se trata de una enfermedad ni de un diagnóstico clínico, sino de una forma de nombrar una diversidad natural del cerebro humano. Personas con autismo, TDAH, dislexia o alta sensibilidad, entre otras condiciones, pueden identificarse como neurodivergentes.

De lo clínico a lo identitario: un cambio de mirada

Durante muchos años, las diferencias neurológicas han sido vistas únicamente desde una mirada médica o patológica. Diagnósticos como el TDAH o el autismo se centraban en detectar lo que “falla”, lo que no encaja con lo esperado o lo que necesita ser corregido. Esta visión ha tenido importantes consecuencias, generando en muchas personas una sensación de estar rotas, de ser insuficientes o de tener que esforzarse constantemente por “funcionar” como los demás.

Sin embargo, el movimiento por la neurodiversidad ha abierto nuevas formas de entender estas diferencias. Lejos de negar las dificultades, propone un enfoque más inclusivo, donde el foco se pone en comprender cómo funciona cada mente y en adaptar los entornos para que todas las personas puedan desarrollarse con dignidad y bienestar. Así, la neurodivergencia deja de ser solo una etiqueta médica y se convierte también en una herramienta de autoconocimiento y reivindicación personal.

Neurodivergente vs neurotípico: diferencias clave

En este contexto, el término neurotípico hace referencia a las personas cuyo desarrollo neurológico se ajusta a los patrones que la sociedad considera “normales”. Es decir, personas que no presentan condiciones como TDAH, autismo, dislexia, etc., y que suelen moverse con mayor facilidad dentro de los códigos sociales y culturales establecidos.

Por otro lado, una persona neurodivergente puede experimentar el mundo con más intensidad, distraerse con facilidad, tener dificultades para interpretar ciertos gestos sociales o, al contrario, ser extremadamente sensible a las emociones propias y ajenas. No existe una única forma de ser neurodivergente: lo que comparten estas personas es un funcionamiento cognitivo y emocional que se sale de lo habitual, pero que no por ello es menos válido o valioso.

Entender esta diferencia no es para dividir ni etiquetar a las personas, sino para abrir espacios de comprensión y respeto. Muchas veces, el sufrimiento no viene tanto de la condición en sí como de la falta de reconocimiento, adaptación o acompañamiento. Por eso, ponerle nombre a estas experiencias puede ser el primer paso para vivir con más libertad, autenticidad y bienestar.

Trastornos y condiciones vinculadas a la neurodivergencia

Autismo, TDAH, dislexia, alta sensibilidad…

Dentro del paraguas de la neurodivergencia encontramos condiciones muy diversas. Algunas de las más conocidas son el Trastorno del Espectro Autista (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la dislexia, la discalculia o la alta sensibilidad (PAS). Cada una tiene características específicas, y no todas están reconocidas como diagnósticos médicos, pero comparten el hecho de implicar una forma distinta de procesar el entorno.

Por ejemplo, una persona con TDAH puede tener una mente hiperactiva, gran creatividad y dificultad para mantener la atención en tareas monótonas. Alguien con dislexia puede tener dificultades con la lectura o la escritura, pero destacar en habilidades visuales o artísticas. Las personas con alta sensibilidad sienten el mundo con más intensidad, lo que puede ser tanto un regalo como un desafío. Reconocer estas particularidades ayuda a dejar de verlas como fallos y empezar a valorarlas como parte de la diversidad humana.

Cada persona es única: la importancia de no generalizar

Es importante tener en cuenta que no todas las personas neurodivergentes viven su condición de la misma manera. Dos personas con el mismo diagnóstico pueden tener experiencias completamente distintas. Por eso, es fundamental evitar generalizaciones y etiquetas cerradas, ya que pueden invisibilizar la riqueza de cada historia personal.

Más allá de los nombres y clasificaciones, lo relevante es escuchar, observar y acompañar desde la empatía. La clave está en entender cómo se siente esa persona, qué necesita y cómo podemos crear entornos más amables y seguros para que pueda desarrollarse plenamente. Ser neurodivergente no define a una persona por completo, pero sí puede dar pistas sobre cómo funciona su mundo interno y cómo se vincula con el exterior.

Señales que podrían indicar que eres neurodivergente

Procesas el mundo de forma distinta

Puede que tengas una sensibilidad muy alta a ciertos estímulos: ruidos, luces, olores o texturas que a otras personas no parecen molestar te resultan difíciles de soportar. O puede que tengas facilidad para entrar en estados de hiperfoco, perdiendo la noción del tiempo cuando algo te apasiona. También es común que cueste filtrar la información que llega del entorno, generando una sensación de saturación o caos mental. Estas formas de procesar el mundo no son errores: son señales de que tu sistema nervioso funciona de otra manera.

Dificultades con lo social o con lo cotidiano

Las interacciones sociales pueden resultarte complejas o agotadoras. A veces sientes que no entiendes ciertos códigos, ironías o normas implícitas, lo que te genera inseguridad. Otras veces simplemente prefieres estar solo/a, pero sientes que eso no se comprende. También puedes tener rutinas muy marcadas o dificultad para adaptarte a cambios imprevistos. Lo que para otros parece simple —ir a una reunión, hacer una llamada o cambiar de plan—, para ti puede requerir un gran esfuerzo interno.

Te has sentido diferente desde siempre

Muchas personas neurodivergentes relatan que desde pequeñas se sentían distintas. No siempre sabían por qué, pero notaban que vivían el mundo “a su manera”, como desde otro canal. A veces han sido etiquetadas como intensas, distraídas, raras o demasiado sensibles. Otras veces han aprendido a camuflarse, fingiendo que todo está bien aunque por dentro haya confusión o agotamiento. Reconocer estas vivencias con una nueva mirada puede ser liberador: no estabas roto/a, simplemente eras neurodivergente sin saberlo.

¿Por qué a veces se descubre de adulto?

El impacto del diagnóstico tardío y la invisibilización

Durante mucho tiempo, la neurodivergencia ha sido entendida desde modelos muy estereotipados, especialmente en el caso del autismo o el TDAH. Muchas personas —especialmente mujeres, personas con altas capacidades o perfiles camuflados— no han sido detectadas en la infancia, ya que “funcionaban bien” en el colegio o en casa. Esta invisibilización puede llevar a décadas de confusión, baja autoestima o problemas de salud mental sin comprender el origen real. Descubrirlo en la adultez puede ser impactante, pero también puede marcar un antes y un después.

Camuflaje, esfuerzo constante y agotamiento

Muchas personas neurodivergentes han aprendido a camuflar sus diferencias para adaptarse al entorno, lo que implica un esfuerzo constante. Aprenden a parecer extrovertidas aunque les agote socializar, a seguir normas aunque no las entiendan, a esconder sus intereses o necesidades para no parecer “extrañas”. Este esfuerzo sostenido tiene un coste emocional muy alto: ansiedad, fatiga crónica, inseguridad o incluso burnout. Por eso, descubrir la neurodivergencia no es una excusa, sino una clave para empezar a cuidarse de verdad.

Ser neurodivergente no es estar roto: es tener otro tipo de mente

Cambiar el enfoque: del déficit a la diferencia

Durante décadas, se ha entendido la neurodivergencia como un conjunto de déficits o trastornos. Pero hoy cada vez más profesionales y personas afectadas hablan de una forma distinta —no inferior— de experimentar el mundo. Esta mirada no niega las dificultades reales, pero tampoco reduce a las personas a ellas. Entender que tienes otro tipo de mente te permite salir de la culpa y empezar a construir desde la diferencia, no desde la carencia.

La importancia de conocerse y aceptarse

Reconocerte como neurodivergente puede ser el primer paso para reconectar con quién eres realmente. No se trata de encajar en ningún molde, sino de entender cómo funcionas, qué te ayuda, qué te duele y qué necesitas. Desde ahí, es más fácil pedir ayuda, poner límites, regularte emocionalmente y diseñar una vida que respete tu forma de estar en el mundo. Aceptar tu neurodivergencia es también un acto de amor propio.

¿Cuándo puede ayudar la terapia psicológica?

  • Si te sientes perdido/a o confundido/a con tu identidad, la terapia puede ser un espacio para poner orden, sin juicios ni etiquetas cerradas.

  • Si arrastras ansiedad, frustración o problemas de autoestima, puede ayudarte a entender su origen y a sanar desde ahí.

  • Si has sido diagnosticado/a recientemente, puedes acompañarte en el proceso de integración y de redefinición personal.

  • Si quieres dejar de camuflarte y empezar a vivir con más autenticidad, puedes trabajar herramientas para expresarte con más libertad.

  • Si sientes que nadie te entiende o te cuesta comunicarte, el vínculo terapéutico puede convertirse en un espacio seguro donde por fin sentirte visto/a.

En Espai Nun creemos que comprender tu forma de ser es el primer paso para vivir con más calma, autenticidad y autoestima. Si crees que podrías ser neurodivergente o simplemente quieres conocerte mejor, nuestro equipo de psicólogas puede acompañarte con respeto y sin etiquetas limitantes. La diferencia también merece cuidado.

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