La incertidumbre forma parte de la vida. Vivimos con preguntas abiertas, decisiones sin respuestas inmediatas y cambios que no siempre elegimos. Pero aun siendo algo natural, la incertidumbre puede generar ansiedad, bloqueo y malestar emocional. Especialmente cuando sentimos que no tenemos el control o que todo se tambalea. En este artículo, desde Espai Nun, centro de psicología en Terrassa, compartimos herramientas psicológicas para atravesar esos momentos con más calma, claridad y cuidado.
¿Por qué nos cuesta tanto convivir con la incertidumbre?
El cerebro busca control y predicción por supervivencia
Nuestro cerebro está programado para anticipar, prever y controlar. Es una estrategia evolutiva: si podemos anticipar lo que pasará, nos sentimos más seguros/as. Por eso, cuando algo escapa a nuestro control —una decisión pendiente, un diagnóstico que no llega, un futuro incierto— se activa un estado de alerta constante.
En ese estado, la mente intenta rellenar los huecos con hipótesis, escenarios y preocupaciones. Aunque muchas veces esas conjeturas no se cumplen, la mente las necesita para sentir que hace “algo”. Aceptar que no podemos saberlo todo ni tener todas las respuestas requiere una gran dosis de conciencia y regulación emocional.
Incertidumbre no es solo “no saber”, es sentirse vulnerable
Cuando hablamos de incertidumbre, no nos referimos solo a no tener claridad sobre un tema concreto. Lo que realmente duele es la sensación de vulnerabilidad que aparece al no saber qué va a pasar. Es como caminar sin mapa, sin saber qué pasos dar ni qué vendrá después.
Y en esa vulnerabilidad, pueden surgir emociones intensas como miedo, tristeza, frustración o incluso enfado. La mente se agita buscando soluciones inmediatas, pero a veces lo que se necesita no es una solución, sino un espacio donde poder sostener el no saber sin sentirte solo/a ni juzgado/a.
La necesidad de certezas en una sociedad que exige respuestas rápidas
Vivimos en un mundo que valora la rapidez, la eficacia y la claridad constante. En ese contexto, reconocer que no sabemos algo, que necesitamos tiempo o que estamos en un momento de duda puede resultar incómodo. La incertidumbre se vive muchas veces como un fallo, una debilidad o un “no estar a la altura”.
Esto nos lleva a forzar decisiones, minimizar emociones o llenar el silencio con acciones impulsivas, solo para no sentirnos perdidos. Pero muchas veces, aceptar ese vacío —aunque sea incómodo— es el primer paso para atravesarlo con autenticidad.
10 consejos para atravesar la incertidumbre desde la psicología
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Ponle nombre a lo que sientes: identificar el miedo, la ansiedad o la frustración te ayuda a contenerlo
Cuando no sabes qué te pasa, todo se vuelve más grande y confuso. Ponerle palabras a tus emociones —“siento miedo”, “estoy inseguro/a”, “me frustra no tener respuestas”— es un primer paso para tomar conciencia y calmar el sistema nervioso. Nombrar no elimina el malestar, pero sí permite empezar a sostenerlo.
No tengas miedo de decir en voz alta cómo te sientes, aunque sea incómodo. Validar tu experiencia emocional sin juzgarte es parte del proceso de regulación emocional. Estás atravesando un momento difícil, no tienes que hacerlo en silencio ni con dureza.
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Acepta que no puedes controlar todo: soltar el control no es rendirse, es abrir espacio a lo posible
Intentar tenerlo todo bajo control puede darte una falsa sensación de seguridad. Pero vivir controlando es agotador y muchas veces ineficaz. Aceptar que hay cosas que no dependen de ti te libera de una carga que no te corresponde.
Soltar no significa desentenderse, sino confiar en que podrás afrontar lo que venga, cuando venga. Aceptar la incertidumbre como parte de la vida te permite vivir con más flexibilidad, menos rigidez y más apertura al cambio.
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Enfócate en lo que sí depende de ti: pequeñas acciones te devuelven la sensación de agencia
Cuando todo parece incierto, puedes sentir que no tienes ningún poder. Pero siempre hay algo —aunque sea pequeño— que sí está en tus manos. Tomar decisiones diarias, marcar límites o cuidar tu entorno emocional son formas de recuperar tu capacidad de acción.
Céntrate en lo que sí puedes hacer hoy, sin intentar resolver todo a la vez. Así, poco a poco, recuperarás la sensación de que tú también formas parte activa del proceso, no solo una víctima pasiva del contexto.
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Crea rutinas que te den estructura: lo estable calma cuando todo parece incierto
Establecer pequeñas rutinas cotidianas puede ayudarte a sostenerte en momentos de caos. No se trata de controlar todo, sino de crear puntos de referencia que te aporten seguridad emocional. Algo tan simple como horarios de comida, paseos o actividades agradables puede marcar la diferencia.
La estructura no limita, sino que protege. Cuando el mundo exterior cambia o se tambalea, tener una base interna y externa te ayuda a mantenerte en pie.
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Respira y vuelve al presente: anclarte al aquí y ahora reduce el ruido mental
La incertidumbre muchas veces activa pensamientos constantes sobre el futuro: “¿y si…?”, “¿qué pasará si…?”. Estos bucles mentales te alejan del presente y alimentan la ansiedad. Volver al cuerpo, a la respiración, al momento actual es una forma de interrumpir ese patrón.
No necesitas respuestas ahora mismo. Solo necesitas volver una y otra vez a lo que sí está pasando ahora. Respirar, mirar a tu alrededor, tocar lo real: eso también es regularte.
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Evita la sobreinformación: filtra lo que consumes para no alimentar la angustia
En momentos inciertos es fácil caer en la búsqueda obsesiva de información, como si eso fuera a calmar la ansiedad. Pero saturarte de datos, noticias o teorías muchas veces empeora el malestar.
Aprende a distinguir entre estar informado/a y sobreestimulado/a. Elegir con conciencia qué, cuándo y cuánto consumes te ayuda a cuidar tu equilibrio emocional.
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Rodéate de personas que te aporten calma: el acompañamiento regula emocionalmente
No tienes por qué sostener todo tú solo/a. A veces, una conversación serena o un abrazo oportuno basta para sentirte menos perdido/a. Estar cerca de personas que te escuchen sin juzgar y te validen es una forma poderosa de regular la incertidumbre.
Busca apoyo en quien pueda ofrecerte presencia, no soluciones. El simple hecho de sentirte acompañado/a ya tiene un efecto terapéutico en momentos de duda.
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Exprésate: habla, escribe, llora si lo necesitas. Liberar la emoción es parte del proceso
No reprimas lo que estás sintiendo. Expresar lo que te pasa —a través de la palabra, el cuerpo, el llanto o la escritura— es una vía de descarga emocional que libera tensión y aclara la mente.
Sacar fuera lo que llevas dentro es un acto de cuidado emocional. Aunque no cambie la situación externa, cambiará la forma en que la atraviesas.
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Recuerda otras veces en que atravesaste la incertidumbre y saliste adelante
A veces olvidamos todo lo que ya hemos superado. Detente y piensa: ¿en qué otros momentos sentiste miedo o dudas y lograste seguir adelante? Reconectarte con tu historia también es reconectarte con tu fuerza.
Tu capacidad de adaptación y resiliencia está dentro de ti. Recordarlo no elimina la incertidumbre, pero la hace menos amenazante.
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Si lo necesitas, busca apoyo profesional: no tienes por qué gestionarlo solo/a
Hay momentos en que la incertidumbre se vuelve demasiado pesada. Si sientes que te bloquea, te consume o afecta tu bienestar diario, acudir a terapia puede ayudarte a poner orden, sostener el malestar y recuperar claridad emocional.
En Espai Nun te ofrecemos un espacio seguro donde poder hablar, explorar y acompañarte en tu proceso. Porque no se trata solo de encontrar respuestas, sino de aprender a vivir con preguntas abiertas sin que eso te duela tanto.